
Jueves 19, otro día más. Ya pesa mucho la arena arrancada del lecho complutense. Algunos duermen en el autobus, otros hablan, pero la energía del primer día ha desaparecido, como absorbida, por algún cruel dios del inframundo.
Tras bajar del troyano, se dirigien directamente al yacimiento donde, ansiosos, las herramientas y los kilos de arena, les esperan.
En el autobus se recordaba y esperaba al conductor marchoso, y aun se lamentan, ¿por qué no ha regresado? Se empieza la Oda a Complutum.
La mañana trascurre tranquila, gente buscando en las entrañas de Complum cualquier vestigio del pasado romano de la ciudad. Durante el almuerzo, llueve sobre algunas cabezas y a la tarde, bajo la influencia del dios Helios, los humanistas se frien. Por suerte para estos amantes de lo clásico, las náyades les permiten refrescarse.
A la vuelta en el caballo, se hacen fotos a chicas guapas que posan sin rubor, y se graban videos de gente haciendo el tonto sin compasión para con sus acompañantes. Se recita la primera versión de la Oda a Complutum.
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